sábado, 6 de septiembre de 2008

El Laberinto de la Osledad


La aguda disección de la política mexicana ejecutada por Rodolfo Usigli, a través de una dramaturgia sin inhibiciones, fue recompensada con 15 años de ostracismo diplomático repartidos entre Líbano y Noruega de 1956 a 1971. En ese período acuñó los términos beirutitis y osledad.

El escritor chileno Alfonso Freire también vivió su exilio en Noruega; de ahí el título de su poemario Osledad, publicado en 1994.

Este blog no es un Salieri de Usigli ni plagiario de Freire; somos, simplemente, copartícipes de la osledad. Nuestra expatriación es voluntaria pero no indolora; como a ellos, algo más que la inmensidad del Atlántico nos separa de nuestra Tierra.

La distancia nos remite al laberinto de los recuerdos, ese sitio intangible donde todo suele ser mejor de lo que era. Ahí nos entregamos al gozo del pretérito para darle pausa a la osledad del presente. El laberinto tiene salidas, pero las evitamos.

Osledad no se límita a la falta de compañía, es un estado de ánimo, un ejercicio de nostalgia, la reafirmación de ser mexicano por medio del cotejo involuntario entre la cultura que nos forjó y la que hoy nos alberga: no comemos kebab por devoción a la gastronomía pakistaní, sino como sustituto de tacos al pastor una noche de juerga. Y soñamos con acudir al tianguis del sábado para desayunar una barbacoa con mucho limón, cebolla y salsa de tres colores, pero despertamos a la realidad de pan en rebanadas con leverpostei y brunost.

Al usar transporte público se extraña la costumbre machista de ceder el asiento a las mujeres, aunque ésta sea una práctica en extinción. También se echan de menos los radios mal sintonizados, donde cumbias y boleros asemejan más el sonido de moscas agonizando en un Insectronic que una melodía.

Osledad es repensar el histrionismo de Pedro Infante, la sensibilidad de Juan Gabriel y los murales de José Clemente Orozco. Osledad es cerrar los ojos y acudir a Palenque, Janitzio y terminar en Puente de Hojuela. Osledad es coincidir con López Velarde: la Patria es impecable y diamantina, y hacer uso de instrumentos de tortura como Canción Mixteca: qué lejos estoy del suelo donde he nacido, y Mexico lindo y querido: que digan que estoy dormido, y que me traigan a ti.

En este laberinto el triunfo olímpico, los estragos del cáncer criminal y el debate político, se viven desde la gélida perspectiva otorgada por el ordenador. En sus encrucijadas tropezamos con imágenes de culto: Santo, la Guadalupana, Zapata, Frida, el Niño Fidencio y Kalimán. Extraviarse en sus senderos conduce al delirio y nos convierte en personajes rulfianos de Comala, donde vida y muerte son sinónimos, porque sin flor de calabaza, ferias de pueblo, motitas de sabores, toques de cantina, ropavejeros y Chaparritas del naranjo, la vida pierde esencia.

El Laberinto de la Osledad no es sólo un cúmulo de recuerdos y deseos, también es esa vena abierta por la lejanía de la familia y los amigos. El auricular que nos une o nos separa, sólo es el consuelo ante la imposibilidad de poder tomar la mano de la madre mientras la escuchamos, esperando una pausa para besarla. La distancia genera ambivalencia, como cuando nuestros hijos tienen una conversación telefónica con su abuela y todo lo que logran decir es “hola”. Se agradece el vocablo y el corazón se hincha orgulloso a pesar de tener claro que un diálogo de esa naturaleza refleja un precario español, y más triste aún, escaso conocimiento o interés por la otra parte de la familia. El rigor de la lejanía tiene su faceta más cruda cuando los 1000 km/h de una aeronave no son suficientes para acudir a despedirse puntualmente del padre, la hermana o el amigo, ante su partida final.

La osledad no es una tragedia pero se sufre como esas enfermedades pasajeras que vienen y van. Parafraseando a Cristina Pacheco: Aquí nos tocó vivir. Y no está mal, y si lo está debe ser un mal necesario. De todos modos dicen que no hay mal que dure cien años. No habrá Cien Años de Osledad. Pero México, Mexiquito, si resultara longevo y si vivo cien años, cien años pienso en ti.

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