jueves, 16 de julio de 2009

Acto onírico




Debe ser un sueño, pero la imposibilidad de probarlo lo vuelve realidad. Soy un sonámbulo caminando sobre la cuerda floja. Doy pasos hacia atrás sin inmutarme por los susurros del público, una pila de maniquíes que me dictan suavemente: cae.

No tengo miedo de la altura, practico el funambulismo debajo del averno, encima del cielo, en la orilla del mundo, caigo al mar, naufrago entre océanos infinitos, cada isla donde encallo tiene un Robinson, un ermitaño, otro yo enfurecido.



Sigo recorriendo la cuerda, su grosor se agota y me seduce la idea de perder el equilibrio. Del lado derecho sopla un viento helado que arrastra hojas de otoño despedazándose, en el ala izquierda escucho los últimos lamentos de una ballena sacrificada en las estrellas.


Desconozco cómo llegué a la práctica de este rito circense, un juego malabar donde los objetos lanzados al aire son recuerdos en caída inevitable. Lo he perdido todo, incluso las palabras para mencionar mis miedos. El sendero que recorro conduce al delirio, el paredón donde mis fantasmas acuden para juzgarme.



Estoy en espera de mi sentencia, la dictarán dos perros al terminar de amarse. Saciarán su ímpetu con dentelladas diluidas en mi piel. La lluvia se refugia en mis ojos, los ciega pero mi visión se expande y llega lejos, hasta allá, donde alguna vez arranqué mis dientes y derroché la sangre.



No es un deseo incumplido, como Freud denominó a las pesadillas, y tampoco tengo control de mis actos como Don Juan, Castañeda y Jorodowzky sugirieron hacer con los sueños. Lejos de sentir pánico, disfruto con lascivia la incertidumbre del porvenir: al final de la cuerda hay una mujer lívida, se llama Catrina y no sabe qué hacer conmigo.

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viernes, 10 de julio de 2009

Música, maestro!


La última vez que entré a una tienda de discos con la intención de actualizarme, salí con Atom Heart Mother bajo el brazo. Ni Placebo ni Green Day, y mucho menos los nuevos hip hoperos, lograron persuadirme, la espera iniciada en la adolescencia cerraba su ciclo, el disco lanzado por Pink Floyd en 1970, al fin era mío.

Mi elección obedeció a la nostalgia de una época de la cual no fui parte. Poseer el cd de un disco que uno de mis hermanos mayores tuvo en acetato, me transportó en tiempo y espacio. Mientras escuchaba la nueva adquisición con tracks cercanos a los 10 minutos de duración, reconocí que mi filtro para seleccionar música nueva no es riguroso, más bien se ha estancado. No tengo capacidad para distinguir entre rap y hip hop, ni paciencia para analizar las diferencias entre un artista y otro. Tampoco es de alarmarse, ya no cuento con el tiempo de antaño y los ratos destinados a escuchar música, prefiero dedicarlos a los grupos que conozco.


La expresión musical acorde a mis inquietudes y necesidades llegó a través de poetas como Saúl Hernández (Caifanes) y Santiago Auserón (Radio Futura). Con su entrada a escena, el cúmulo de emociones viscerales contenidas por toda una generación, adquirió una válvula de escape. Hace unos días un amigo me envió el tributo que varias agrupaciones españolas le rindieron a Radio Futura. Siempre he pensado que las grabaciones tituladas “Lo mejor de…”, “The greatest hits of…”, etcétera, señalan dos rasgos distintivos: 1) la banda en cuestión tiene una trayectoria respetable que hace posible la antología y, 2) ya no son tan jóvenes. Pero el material enviado por mi amigo no era una edición con lo mejor de Radio Futura sino un tributo, tri-bu-to, lo cual significa que una nueva generación de músicos considera digno rescatar una obra del pasado. Esta revelación me dejó pensativo, pues si bien Santiago Auserón y los suyos no están en la senilidad ni necesitan cuidados gediátricos, tampoco son jóvenes sino hombres bien entrados en el otoño de sus vidas. Igual que yo.

Las novedades musicales no se limitaron a Radio Futura, mi amigo también me compartió el Álbum Verde, un tributo reggae a Los Beatles, y otro homenaje dedicado al cuarteto de Liverpool en versión chillout. El Álbum Verde es una delicia interpretada por distintos grupos de Latinoamérica, incluido Antidoping de México, que incita a gozar sus sones en ese son. El chillout no está mal pero prefiero ritmos más acelerados.

Esta es la música “nueva” que he disfrutado últimamente, refritos de canciones creadas por lo menos hace 20 años. Y si la nostalgia se agudiza, recurro a El Circo, esa maravillosa obra de Maldita Vecindad que fue considerada como uno de los mejores discos de los 90 por revistas como Rolling Stone y SPIN. Por cierto, no es de extrañar que en un país guapachoso como los es México, los hits que abrieron el mercado a Maldita y Caifanes hayan sido Kumbala y La negra Tomasa, y no temas más rockeros como Mátenme porque muero y Pachuco, todo un himno de mi generación. En fin, en gustos se rompen géneros y en el slam se rompen madres, como solía suceder al calor del ska ofrecido por los Malditos.

Se me está antojando cambiar la música piscodélica de Pink Floyd que me ha servido como back ground para este escrito, por alguna interpretación de La Castañeda, La Lupita, Santa Sabina, El Personal, Botellita de Jerez, La Cuca o Tijuana No. No importa si es la edad, la nostalgia o el gusto por un repertorio limitado; mi necesidad en este momento es la misma de hace dos décadas: Nothing’s gonna change my world.

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viernes, 3 de julio de 2009

Sommer


La llegada del verano me angustia. Desde el inicio de la ola cálida he permanecido atrapado por el trabajo y los pronósticos del tiempo anuncian lluvia y descenso en la temperatura los días venideros. Pero soy optimista, deposito mi fe en los meteorólogos, el oráculo que anuncia el regreso triunfal de la canícula.

La humedad me hace sentir que estoy en alguna playa mexicana, el olor y el polen de las flores nórdicas me reubican. El buen humor se expande con velocidad de pandemia, el consumo en exceso de fresas y helados es una de sus consecuencias. Las pieles expuestas al sol han perdido palidez y los soláriums clientes.

Es de noche y estoy cansado pero no tengo ganas de dormir. Las esculturas son testigos de la bohemia practicada en el parque. El cielo parece indeciso, se torna morado, azul y un poco rojo. La luna seduce en la penumbra y nadie opone resistencia. Alguien está acariciando el interior de mi cabeza.

Todo es tan delicioso que el invierno y las temperaturas bajo cero suenan a algo perteneciente a la era glaciar, pero no lo son. Hace ya unos días pasó el solsticio de verano y la cuenta regresiva se puso en marcha: la noche empieza a ganar terreno.

La angustia vuelve a visitarme, el verano, como yo lo entiendo, puede durar una, dos, tal vez tres semanas aquí en Noruega. Pensar la posibilidad de haberme perdido la sesión más alegre del año me remite a pablo Neruda: es tan corto el amor y tan largo el olvido.

Odio traicionar mi fe en los meteorólogos, no por ellos sino por mí. Como acto de penitencia, saldré a caminar los días de lluvia mirando al cielo.

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Videogalería

México vs. EUA (Eliminatoria al Mundial 2010)

Resumen del dramático partido contra los gringos jugado el 12 de agosto en el Estadio Azteca, en el que México se jugaba la vida ...

Noruega vs. Escocia (Eliminatoria al Mundial 2010)

Ese mismo día, también Noruega se jugó su última carta para manterner sus posibilidades vivas para asistir a Sudáfrica.