sábado, 20 de diciembre de 2008

Otoño-Invierno


Es domingo, no sé si de noviembre o diciembre pero está frío. Y yo estoy solo y así me siento.

Tengo zapatos nuevos para el invierno; ella que me quiere dijo que son para el otoño: no se mojan pero carecen del forro interior que mantiene los pies calientes. No tengo alternativa, serán mi calzado de otoño-invierno, como anuncian las modas que copian lo pasado y se bautizan posmodernas.

No es tarde pero está nublado y oscureciendo. Las calles están mojadas, o congeladas. Tienen algo de nieve. Los domingos de solo, como éste, me gusta caminar por el centro de Oslo. Sin romerías, al borde del abandono. Si acaso me cruzo con un par que continua la juerga sabatina, o con aquellos recién llegados a la estación central.

Debe ser noviembre, todavía hay de esas hojas entre rojas y amarillas que delatan la zona hepática del año. Aunque, no sé, no estoy seguro, parece más diciembre por lo congelado. Me cuesta trabajo caminar sobre el suelo escarchado con zapatos nuevos. Quiero aflojarlos, no me aprietan pero están duros y mis pies empiezan a enfriarse. Deben ser zapatos para el otoño, como dijo ella que me quiere.

En la tienda de discos tienen puesto a Radiohead: You're just like an angel/ Your skin makes me cry. Del local vecino, alguna sucursal de Narvesen o Deli de Luca, viene la respuesta: Je ne t'aime plus/ Mon amour/Je ne t'aime plus/ Tous les jours. La osledad es esencial en la creación de historias trágicas, cada evento acontecido bajo su tutela es una señal que nos permite descifrar el complejo fenómeno emanado de los sentimientos. Absurdo y total, vacío de contenido, único, esencial, todo y nada. Doloroso como se romantiza antes de conocerlo; difícil como la realidad; mágico como el beso.

Camino en círculo, o en rectángulo, no sé, pero otra vez me vuelvo a cruzar con el par de hace un rato. La fiesta ha terminado y, por los ojos de ella, intuyo que para siempre. I wish I was special/ You're so fucking special/ But I'm a creep, I'm a weirdo.

El centro de la ciudad sigue abandonado pero las calles de Oslo no las poseemos los escasos trausentes de medio día, por el contrario, somos un elemento más del contexto, parte y víctimas de la osledad. What the hell am I doing here? I don't belong here.

Los dedos de mis pies pueden recibir el calificativo de entumidos. Mis pasos se tornan cada vez más torpes con los zapatos para el otoño. Llegando a casa descubro que mi intento de aflojarlos funcionó a la inversa: tengo una herida en ambos tobillos, y quitarme los calcetines ha devenido en tortura involuntaria por la sangre que ha adherido el textil a la piel.

Sigo pensando en la pareja que ya no es. De haber estado en México y de haber sido yo la de los ojos, me hubiera gustado caminar hasta Plaza de Santo Domingo sufriendo el flagelo de mis zapatos, para abandonarme a la experiencia de algún escribano que me ayudase a redactar una misiva con la que pudiera desahogarme, aunque ya no recuperara nada.

En un par de horas regresará ella que me quiere con nuestros hijos. Yo también le quiero. Ellos son mi beso mágico. No les platicaré nada de la osledad, aunque tal vez les comente algo de la pareja que dejó de serlo.

No es de noche pero ya oscureció. Debe ser diciembre: está empezando a nevar de nuevo.

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