sábado, 6 de junio de 2009

¿Un triunfo muy bueno para la sociedad mexicana?


Esas fueron las palabras con las que el Dr. José Narro Robles, Rector de la UNAM, describió el campeonato conseguido por los Pumas, el domingo pasado. Pero qué tan importante puede ser realmente el título ganado por un equipo de fútbol para la sociedad, más allá de proporcionar unos instantes de alegría a sus aficionados?

A primera instancia, las palabras del rector podrían sonar muy exageradas, producto de la pasión del momento; sin embargo, como universitario que soy, entiendo lo que el rector quiere decir, y concuerdo totalmente con él.

Los Pumas, ya sea el equipo de fútbol soccer o el de americano, el de robótica o el de química, el de buceo o ciclismo, la OFUNAM o el Dr.Mario Molina, TVUNAM o los murales de Diego Rivera y Juan O’Gorman en CU, representan a la universidad pública, al estudiantado involucrado y proactivo, a la institución que no distingue clases sociales, al organismo que cada vez recibe un porcentaje menor del presupuesto gubernamental, a la Universidad más grande de América Latina, al 50% de la investigación realizada en México, al pensamiento libre, a la juventud comprometida.

El deporte – al igual que el arte – en la Universidad de México siempre ha sido considerado como parte de la formación integral del individuo, y se practica e imparte como tal: inculcando valores tales como la honestidad, la entrega y el sacrificio, buscando que la mayor parte posible de la comunidad universitaria tenga acceso a la oferta deportiva y nunca utilizando al deporte como medio propagandístico que refleje el poder y la soberbia con las que tanto se identifican algunas instituciones privadas.

Y en ese sentido, creo que los Pumas son fiel reflejo de los valores universitarios, pese a tratarse de un equipo de fútbol profesional y administrado por una Asociación Civil. Y sí, creo que es positivo para la sociedad - sobretodo en estos tiempos de violencia y pérdida de valores - que en uno de los eventos más seguidos por jóvenes y adultos mexicanos, el juego de conjunto, el trabajo y el orgullo se hayan impuesto al individualismo, al poder y al dinero.

¡Cómo no te voy a querer!

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jueves, 4 de junio de 2009

Travesía incompleta de una noche de verano




Es noche de embrujo, de miradas que terminan en colisión, de planetas que traicionan su órbita. Es noche de sombras y yo soy sombra de la oscuridad. Es noche de espectros, de conjuros, de ánimas inmunes al exorcismo.


La luna espía oculta tras las nubes el ritual de esta habitación, el hoyo negro de un universo finito donde deambulan satélites extraviados al rigor de los decibeles. El instinto domina a la razón, la intuición guía los actos. Somos materia dispuesta.


No tengo frío, no tengo miedo, no tengo edad, no tengo sexo, no tengo Dios. Te tengo a ti, a tres metros, a dos, a uno, tan cerca, tan lejos, en el punto exacto, bajo la luz de una estrella, la única de esta noche. Mi cómplice.


La piel son tiras de papel que se arrancan con el viento. Los huesos están desprotegidos, habla el cadáver, suspira la muerte, el dolor es un fugitivo refugiado en las estrellas, tus estrellas, el brillo de tus ojos.


Tengo un puñado de flores en la mano que no me atrevo a darte, por eso me las como mientras descubro que cuando hablas pienso en aves volando alto, muy alto, por encima de su vértigo.


El cielo está alejándose y yo con él. En mis venas corre sangre perseguida por mil hormigas. Dos nubes me bañan sin percatarse de regar a la flor equivocada. El mar se escucha a lo lejos, cada vez más lejos, cada vez más cerca de la nada.


Son las 4:38. No es de noche ni de mañana, el azul que cubre el mundo es indefinido y profundo, como el Atlántico, como el Pacífico, como tus ojos, donde la línea divisoria entre mar y cielo se borra. Como el azul de tu voz, como el azul de tu vestido lleno de mundos, lleno de paz, lleno de ti.



Los cuerpos celestes pierden alineación ante el crepúsculo. Los eclipses declinan, la luna está sola allá arriba y yo soy el único aquí abajo. Vuelvo a ser terrenal, de carne, de hueso, de sangre. Un mortal atado a la razón, sujeto a la consciencia. No hubo punto de partida, no hay puerto de llegada; sin destino alguno, la travesía asume su fin.

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Videogalería

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Resumen del dramático partido contra los gringos jugado el 12 de agosto en el Estadio Azteca, en el que México se jugaba la vida ...

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