miércoles, 15 de septiembre de 2010

Epílogo


Me abrasó la fiebre del bicentenario y quise dedicarle un texto. También pensé en el centenario. De niño me gustaba estrellar huevos de harina en cabezas ajenas con apariencia de pambazo, mientras sones jarochos y mariachis amenizaban el Zócalo. El desfile deportivo nunca tuvo sentido alguno para mí. Aparte de esas imágenes banales, no se me ocurrió nada.

Los héroes que nos dieron patria no acudieron a mi encuentro, el cielo estrellado de Oslo me remitió al manto de Guadalupe. Pensé en la Villa, en los feligreses de rodillas ensangrentadas, en las playeras de Alex Lora y en Tizoc, la película de Ismael Rodríguez donde Pedro Infante confunde a María Félix con la Vírgen María.

De fondo tengo a Porter, Espiral, son de Guadalajara y mencionan a Tijuana en la canción. México duele mucho últimamente. El coro dice "y empiezo a pensar, y empiezo a pensar/ sin ti ya no hay más, sin ti ya no hay más", suenan a Interpol en español; me encabrona que me pegue. También odio haber abandonado la biografía de Villa narrada por Paco Ignacio Taibo II. Dice que dicen que cuando nació Doroteo Arango, hubo diluvio.

Creo que mi incapacidad de escribir un texto dedicado a los aniversarios, se debe a la nostalgia. Algo traigo por dentro que me marca el fin de un ciclo, aunque no necesariamente el inicio de otro. Osledad ha sido un punto de fuga, un refugio, una manera de entender y expresar la vida lejos de México sin dejar de llevarlo muy dentro y a cada suspiro.

Hoy veo que ya no tengo más que ofrecer en este espacio. Me doy la impresión de ser un necio repetitivo que insaciablemente busca expresar tragedias sin conocerlas. El resultado es patético. Tal vez sea el cielo estrellado de esta noche tan pasiva como liviana, o la caida de las hojas que introducen al otoño, pero lo desmotivado me sugirió agradecer a quienes hace un par de inviernos iniciaron este proyecto después de un brindis de año nuevo. También agradezco a quienes se han tomado el tiempo de visitar los textos, de dejar un comentario y de aportar imágenes o ilustraciones aún sin tener conocimiento de ello.

En el mes patrio, Osledad. Gracias por el fuego.

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domingo, 5 de septiembre de 2010

Furia


En la Ciudad de la Furia. Canta Cerati. Oslo vació su ira esta tarde con una lluvia tímida, sus calles húmedas me recuerdan que aquí la furia es un ejercicio individual. Dan Los 400 golpes al aire libre, hay casi el mismo número de almas exponiéndose a la seducción de una noche con imágenes en blanco y negro: Paris deja de ser ciudad luz para convertirse en la oscuridad de Truffaut reencarnado en Antoine.

La Christiania que marcó a Hamsun a finales del siglo XIX , hoy es una ciudad sin hambre. Oslo es la capital de corazones en rutina, sus historias no permiten exabruptos, el final no traiciona a la trama. Los gritos de Munch están más sordos que nunca: su furia también ha sido robada.

El claroscuro de mi ciudad lo realizó Buñuel y lo fotografió Gabriel Figueroa. Los olvidados se clasifica como amalgama de neorrealismo italiano y surrealismo; para mí es el referente de una ciudad que nació y se ha desenvuelto fiel a los simbolismos y las tragedias: el águila devorando a la serpiente, el Ángel, el terremoto, el culto a la Santa Muerte. Todos los días hay uno nuevo.

La hambruna de Hamsun, la incomprensión de Antoine, los destinos del Jarocho y Pedro, la metamorfosis de Gregorio, son parte de la abundancia originada por el vacío. La ausencia del color en sus historias es una condición natural: el desamor, como la muerte, sólo ofrece dos tonalidades.

La furia en la Ciudad de México deja cicatrices sin cerrar; su dolor propicia alivios. La sensación de tocar fondo es una constante; las tragedias son un elemento de cotidianidad. Oslo es el respiro que distorsiona la razón, su pasividad devela el averno de la ciudad más poblada en el infierno.

Escucho el proyector, siento frío en las manos, mis pies están mojados, las nubes descubren una luna a medias; Antoine inicia la fuga hacia una vida atropellada y la película acaba. La sensación de todo junto es agradable. La noche exige sacrificios. Yo me ofrezco. La cornisa emocional tiene el grosor suficiente para reventarse con la primera pisada.

Cerati no está en coma ni en puntos suspensivos, en los audífonos que permean mi realidad, su voz sigue sentenciando me verás volver. La Ciudad de la Furia se ubica donde el coraje de las emociones reside y el amor deja de ser importante.

Foto: Arturo de Albornoz (Creative Commons).

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