martes, 17 de agosto de 2010

Dualidad


Para perderse en la vorágine de las entrañas, hay que hacer racional lo que no tiene sentido. Echarle la culpa a los impulsos, escudarse tras la locura aunque sea moda pretérita, negar ser sensible hasta convertirlo en el sacramento de la catatonia. Y después perderlo todo, abandonarlo, renunciar incluso a la nada para quedar lejos de cualquier recuerdo y acercarse al abismo tan deseado.

Sólo así sabré la punzada de Adán cuando llegó al paraíso y Eva ya se había marchado. Sólo así podré imaginar el final de la novela incompleta que encontré a medio viaje. Ya no me importará si el sinsentido pierde su razón de ser, o lo anárquico carece del romanticismo que empuña a la imaginación como arma.

Recordaré al ángel que renunció a sus alas y cambió lo etéreo por lo terrenal, a la niña que creía posible construir casas sobre las nubes, al perro que me transmitió la rabia, al médico que me la robó. Me bañaré en diluvios de piedras, apretaré los ojos, las manos, los labios, me arrancaré los dientes, las costillas y los sueños. Me tiraré a dormir sin más ganas de despertar.

Me volveré ermitaño y evitaré diálogos internos. Después hablaré con mis pies de tan malos pasos, morderé mi lengua con engaños, taparé el frío con promesas, pensaré en la virgen que no creo para suplicarle respuestas. Me hará falta aullar, ladrar, buscar presas donde no habiten más que mis fantasmas, y los masticaré.

No tengo fe, no tengo fuerza, no tengo colores favoritos. Tengo miedo y ganas de una canción que no recuerdo. Tengo ganas de que amanezca para caminar despacio, dar diez vueltas, verlo todo una vez más, espiar a la niña con sus nubes, encontrar a Eva, dejar que mis pies sigan pisando por donde quieran, tirarme al abismo y conocer su fin, derrumbarme en pajaritos, platicar con flores muertas, bailar ruidos sincopados, mirar al sol directamente hasta tatuarlo en la retina.

Cuando deje de mojarme banalmente en la lluvia, volveré a ser visceral; secaré las llagas con sal de mar, recuperaré la sonrisa y las ganas de patear una piedra o morderla. Fingiré que las noches me toman por sorpresa para abandonarme en su oscuridad. Y comeré estrellas, aunque estén hechas de papel.

Foto: Retinafunk (Creative Commons)

1 comentario:

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