martes, 17 de junio de 2008

No voy en tren, voy en...


En uno de esos días de verano, cuando resulta casi obligatorio viajar a los lugares de veraneo en "la Nor-bella", perdón Noruega, he decidido aprovechar de las ventajas y bondades que ofrece el bellísimo viaje en tren.

Antes de llegar a la estación de trenes he pensado en lo maravilloso que es disponer de asientos exclusivos para padres que viajan con sus pequeños, y lo exquisito, el disfrute y el deleite de todo lo que se puede hacer mientras se viaja junto a otros niños: comer, hablar, caminar, jugar, dormir leer,etc.

Es un viernes por la tarde, la estación central parece reventar, casi una experiencia similar a la del metro Balderas a las 10 de la mañana. Cuando intento llegar al andén de salida, me doy cuenta de que hoy nada funciona con precisión y yo también voy tarde.

Hay muchísima gente; gente demorada, gente apresurada por doquier. Todos estan amontonados para treparse al tren a sabiendas de la jerarquía que implica el llegar antes que los demás. El hecho de llegar a buen tiempo es un requisito para obtener asientos y así asegurarse un delicioso y placentero lugar.

Hay tanta gente que casi es imposible leer los letreros que indican el vagón correcto, el vagón para niños. Cuando por fin lo puedo ver y logro entrar con todo y carreolita, me doy cuenta de que los asientos reservados estan todos ocupados, y no precisamente por padres de niños pequeños o en el último de los casos adolescentes, sino todo lo contrario. Intento tener contacto con los pasajeros mal ubicados, y me es imposible, ni siquiera una mirada de esas esquivas que abundan en el transporte colectivo. A nadie parece importarle.

No hay más remedio que decirles; disculpen estos lugares son exclusivos para pasajeros infantiles.

Al fondo hay un anuncio que claramente indica que los asientos son para los niños a la vista de todos. Pero nada, no hay respuesta, a cambio recibo indiferencia. Un silencio, de esos grandes , escurridizos, que lo único que permite es el mínimo intercambio de miradas. Pero de los lugares nada, seguimos igual. Solo miradas, gestos, inconformidad. ¿Por qué tengo que ceder mi asiento si llegué primero y ya estoy comodamente sentado?, esa es la actitud.

Sin más y digo; alguién debe moverse, estos lugares son para los niños.

De muy mala gana, se levanta el único hombre de la escena y se va. Las demás todas son mujeres, y entre ellas se miran como si se hubieran salvado de algo terrible, pero permanecen sentadas, se quedan allí.

El viaje sigue y en la siguiente parada suben más padres con sus hijos, se repite la misma escena, y en la que sigue otro par de niños y lo mismo. Ya no hay más lugar. Es mejor sentarse donde sea con los niños y hasta las mascotas.

Pero aquéllas mujeres van comodamente sentadas, con un gesto que muestra vergueza, pero sin hacer el mínimo esfuerzo para ceder el lugar que no les corresponde. Los empleados del tren, parecen inexistentes y se esfuman entre tantos pasajeros que parados, sentados o acostados en el piso se derriten del calor y del malestar de ser parte de toda esa gente.

Después de un rato, el ambiente infantil permite romper con la escena y se interactua con un par de juegos, algunos cantos y uno que otro llanto que mantienen tan vivo el lugar, como el calor con que se vive.

A pesar de tantas fallas poco frecuentes, volteo a ver la autopista, que paralizada muestra internimables hileras de autos, que comienzan a avanzar a vuelta de rueda, y parece que nunca podrán llegar.

Y al final me alegro tanto de ir tan tranquilo, con toda esa gente, en mi viaje de verano tren...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Clo, Noruega cuenta con muchos y variados aspectos positivos, pero en materia de civismo muchas veces apenas y la libra de panzazo.

Hace un par de meses la edición vespertina de Aftenposten publicó un reportaje en torno a lo poco respetuoso que suelen ser los usuarios de transporte colectivo, precisamente en lo referente a los asientos y espacios reservados para ancianos, minusválidos y gente viajando con carriolas (léase bebés). Los comentarios al respecto eran absurdos, la gente se quejaba de las intransigentes madres que escogian las horas pico (cuando la gente va o viene de trabajar) para transportarse y, para justificar el uso de asientos designados a los grupos antes mencionados, alegaban cansancio, igualdad de derechos y mala planeación del servicio.

Ahora que lo del transporte público no es el único punto cuestionable. Cruzar la calle sobre la zebra que marca el paso peatonal no garantiza que los conductores se detengan. Hay quienes ni la velocidad disminuyen y otros que no hacen alto total, como apresurando al inoportuno peatón que se cruza en su camino.

También he observado en repetidas ocasiones, que los dos cajones de estacionamiento reservados para minusválidos fuera del centro comercial de mi comunidad, son ocupados por automovilistas comunes y corrientes. Seguramente pensarán que sólo se trata de unos minutitos, los suficientes para “correr” y abastecerse en Vinmonopolet, hacer el súper en Rimi, comprar unas flores y, por supuesto, tomarse un caffe og kake. Man må kose seg.

La siguiente ocasión que alguien ocupe indebidamente los asientos familiares en el tren, dirígeles una persistente mirada reprobatoria de esas que calan. Si en ese momento los usurpadores no se retiran, al menos existe la posibilidad de que el recuerdo de tus ojos furiosos los persiga y desistan de volver a sentarse donde no deben.

azg12 dijo...

Por un lado, existen diferencias culturales innegables entre los dos países que hacen que este tipo de situaciones sean difíciles de asimilar para nosotros. Por ejemplo, qué tal cuando estás en un bar de pie echándote una chela bien a gusto y de repente "tómala", el empujón por detrás que hace que derrames la mitad de tu vaso, todo porque al fulano le cuesta mucho trabajo decir "con permiso" y prefiere darte el empujón para que lo dejes pasar... eso es considerado de muy mala educación en México (y en muchos otros lugares) y probablemente generaría una gresca, mientras que aquí es la norma, todo mundo lo hace, y cuando te la aplican, la gente se limpia la cerveza que le cayó encima y no dice ni pio. Nos guste o no, es la forma en que se maneja.

Por otro lado, también es cierto que uno empieza a fijarse más en cómo son las cosas aquí, pero olvida cómo son realmente en México. Por ejemplo, simona cita el caso de los que no se paran para que uno cruce la calle o quienes se estacionan en lugar prohibido. Totalmente de acuerdo con ella que esto no debiera de ser así; sin embargo, no debemos olvidar que en México no es igual, sino mucho peor! Cuándo en la vida se ha detenido un carro para cedernos el paso, sobretodo en las grandes ciudades? Como peatón, uno tiene que verdaderamente rifarse el físico para cruzar una calle. Y en muchos estacionamientos en México he visto que los lugares marcados para minusvalidos tienen una cadena con candado, porque es la única manera de que la gente que no debiera ocuparlos, no lo haga.

Volviendo al caso de Noruega, yo creo que cuando alguien no respete la norma, lo mejor es confrontarlo (con respeto, por supuesto). Es decir, si el señor o la señora está sentado donde no debe, pedirle amable pero directamente a esa persona que se mueva de lugar. Al noruego no le gusta la confrontación, y en la mayoría de los casos accederá.

Roberto dijo...

Ah, cómo me acordé de una feliz historia que me relató mi querida esposa Carina hace unos meses. Teniendo 7-8 meses de estar esperando nuestro primer bebé, debía tomar el metro en hora pico. En esa etapa del embarazo, a pesar de no tener nausea ni mareos constantes como había sido durante los primeros meses, ocasionalmente se sentía mal, suponemos que por bajas de presión. Entonces sucedió ese día que al entrar al andén, empezó a sentirse mal. Poco a poco se fue agachando hasta quedar hincada, totalmente rodeada, y hasta apretada, por la gente alrededor. Pasaron 3 o 4 estaciones y ella permaneció así, hincada, con la cabeza baja y agarrada de un tubo, tratando de no caer. Finalmente una mujer, tal vez de Bergen, le preguntó si estaba bien y la ayudó a levantarse, cediéndole su asiento. Carina debía bajar del metro así que no tuvo tiempo ni de agradecer a la señora su "amabilidad". Salió del vagón y se sentó en una banca para tratar de recuperarse. Me dijo que conforme iba sintiéndose mejor físicamente, la comenzó a invadir un sentimiento de tristeza. Nunca se había sentido tan vulnerable y abandonada. "Esto nunca me hubiera sucedido en Tromsø", me dijo.
Quizá allá no, ahora pienso, y sé que afortunadamente en México tampoco se da frecuentemente este tipo de "osledad".

Anónimo dijo...

No'mbre Clo, lo que pasa es que esos usuarios de NSB sí se tomaron muy a pecho la rola de Charly García:

No voy en tren, voy en avión
No necesito a nadie
A nadie alrededor.

Porque no hay nadie que mi piel resista,
Porque no hay nadie que yo quiera ver...

La neta tienen tache esos aprovechados, y la verdad es que tampoco hay que comparar a Noruega con México porque peras y manzanas, no. Digo, para qué queremos que nos den el paso los automovilistas si seguido hay atropellados bajo los puentes peatonales... Eso sí, recuerdo que rumbo a la prepa había una esquina que algunos ya habían agarrado de basurero los muy puercos, hasta que los vecinos, hartos de pedir que no tiraran sus cochinadas ahí y esperaran hasta que el camión de la basura pasara, pintaron en una barda "que se le muera su madre al que tire basura aquí", y santo remedio.

No sé si mi comentario tiene que ver con el tema, pero pues ya está escrito.

Por cierto, la próxima vez que alguien ocupe indebidamente los asientos para niños, recuérdale que Charly García ya está en tratamiento psiquiátrico.

tepesar dijo...

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